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dilluns, 11 d’abril del 2011

JOHN GRAY / BICHOS


John Gray, profesor de la London School of Economics, empezó siendo thatcheriano; después criticó los excesos del libre mercado, y ha acabado siendo él mismo. La despiadada lucidez de sus espléndidos ensayos (Falso amanecer, Contra el progreso y otras ilusiones o el superventas animalista Perros de paja logra que el lector se cuestione lo incuestionable: que el progreso es una aspiración irrenunciable de cualquier ser racional. Para Gray, todos somos demasiado humanos para progresar de verdad; y ser humanos consiste, en esencia, en ser animales. Tras dos horas de charla con él, salgo pensando que, además, somos unos bichos.


[Gray inicia la conversación.]
– He de decirle que estoy de acuerdo con mi amigo Lovelock: el calentamiento global es irreversible. Es ingenuo pensar, que con unos cuantos molinos de viento vayamos a detenerlo...

– Pero es mejor que no hacer nada.

– Eso cree el ecologismo ‘buenista’: si podemos destruir la Tierra, también podemos detener su destrucción con unas plaquitas solares.

– Me temo que les falta humildad.

– Y, mientras, Putin ignora los cuentos verdes y hace realpolitik despiadada. Energía: ésa es la clave geopolítica. Rusia controla Europa porque controla su energía, ya que los progres se opusieron a las nucleares. Por eso hoy dependemos de la energía rusa.

A lo mejor los rusos no son tan malos.

– Tienen su propia agenda, y nuestro bienestar no es su prioridad.  

Aprenderé eso después del inglés.  

– ¿Y sabe por qué hemos llegado a esta situación de deterioro de nuestro planeta?

Dígalo usted.

– Porque creemos en el progreso: esa utopía nefasta. Quienes han querido cambiar el mundo son quienes lo han degradado.

Explíquese.

– Éramos los reyes de la creación: "Tomad la Tierra y sometedla".  ¿Recuerda? El cristianismo puso la semilla del desastre ecológico.

¿Antes no se hablaba de progreso?

Los griegos hubieran denostado esa idea absurda. ¿Progreso...? ¿Hacia dónde? Ellos creían en el equilibrio dentro del eterno y cíclico retorno. No trataban de cambiar el mundo, sino de contemplarlo hasta entenderlo para llegar a la armonía en él.

¿No querían progresar?

– Aceptaban nuestros límites y desconfiaban de las utopías. El progreso es un mito lanzado por los ilustrados hace apenas dos siglos. Los ilustrados prometían que, con la acción guiada por la razón, el hombre podía mejorar el mundo más y más hasta el infinito.

Lo lograron: hoy vivimos más y mejor.

Cuando oiga la palabra infinito es que alguien le está engañando. Hemos conseguido cierto avance tecnológico y vidas más largas, sí; pero a costa de depredar el planeta, como si no formáramos parte de él. El progreso moral no existe: la tortura, la guerra i la esclavitud se repiten hoy bajo otras formas.

El mundo es hoy mejor, pese a todo.

– ¿De verdad? Duérmase en su ‘buenisno’ y verá: la lucha continúa, procure no perderla.

Podríamos ser todos hermanos...

– Acepte que no somos mejores que los demás animales. Se sentirá mejor.

Lo acepto encantado, señor animal.

– No habrá un mundo mejor. Habrá éste y se acabará. Libérese de tanta inútil esperanza y de utopías progresistas. Descansará.

Lo intentaré.

– Esa soberbia ilustrada la heredaron los marxistas: el nuevo hombre comunista dominaría la Tierra; pero en realidad lo que consiguieron fue una hecatombe ecológica mucho peor que la de los países capitalistas.

Hubo gulags, cierto, muy progresistas.

– Y hoy el neodesarrollismo globalizado nos promete otro fin de la historia: todos demócratas en un libremercado universal.

Eso no es tan progre.

– Es igual de utópico que el marxismo... Promete un final feliz que nunca llega. Pero la gran pregunta es: ¿y mientras tanto?

¿Qué pasa mientras tanto?

– Pues lo de siempre, la historia sin fin. Rusia que vuelve a querer dominar Europa; India y China que necesitan más y más energía. Conflictos étnicos, religiosos, luchas por los recursos, guerra, explotación, esclavitud, hambre. Lo que vemos y veremos hasta que acaben nuestros días y los de la especie.

El hombre es un lobo para el hombre.

– Es un animal. Por eso es mucho menos desgraciado cuando renuncia a cambiar el mundo.

Tal vez seamos, como Hobbes, lobos para los demás hombres, pero John Gray es un monstruo de fatal erudición. Analiza el mundo y se limita a tratar de comprenderlo y aceptarlo como es porque forma parte de él.

– Cierto. Y mientras el ‘buenismo’ y las utopías entontecen a nuestros dirigentes, la historia real decide cada día quién gana y quién pierde.

¿En qué sentido?

Tipos como Putin, militares, terroristas y estadistas muy poco democráticos, como los que controlan las energías del planeta –entiéndase Rusia, Irán, Venezuela, Libia, Argelia...–, hacen sus planes. Y no son buenos para nosotros.

¿Y nosotros?

Un estadista inteligente trata de pactar con la realidad, no con sus utopías ni con sus buenas intenciones. La realidad es que la energía es un bien finito y que se ha abierto un gran juego mundial por controlarla: de ese juego depende nuestro futuro.

¿Y...?
Los combustibles fósiles están en manos de regímenes ambiciosos y muy poco democráticos, y los renovables no son suficientes.

¿Y el biofuel?

Curioso. Bush lo defiende ahora tras haberlo despreciado, porque él y los neocon han descubierto que es imposible dominar Oriente Medio y lograr su gas y su petróleo por la fuerza. Ahora esperan sacar biocombustible del “cinturón del maíz” americano.

¿El biofuel es ecológico?

Nefasto, pero conveniente para EE.UU.

No es usted optimista.

Acepto la realidad, empezando por asumir mi propio fin y el de mi especie. Mire, las utopías nos llevan a los desastres. No hay soluciones mágicas: los problemas realmente importantes del ser humano no tienen solución. Sólo podemos gestionarlos día a día.

¿Y la patria no será la humanidad?

Salve su trasero. Los seres humanos no podemos controlar la Tierra más de lo que controlamos nuestras propias vidas. Pero podríamos ser al menos más humildes.


Lluís AMIGUET



El meu comentari:
Atès que aquest és el planeta i el món en què vivim ara i avui, el més sensat és centrar-nos en la realitat i mirar de gestionar-la de la manera més justa i democràtica. No hem d’embadalir-nos mirant el bell paisatge o l’horitzó mentre el sòl per on caminem és ple de forats i obstacles i ens cauen pedres al damunt. Aquest món i tot allò que ens prometen i ens dibuixen per al futur són una fal·làcia, un engany que els poderosos no es creuen.   

El futur ja arribarà i serà millor com més bé fem les coses ara. Però no pot ser mai un miratge que ens amagui o disfressi el present. Vivim inquiets instal·lats en un present-futur, consumint i cremant el present-present i menystenint el passat recent. Tornem l’home al present i a la vida, que és l’únic que ara tenim. Hem de recuperar la dignitat humana i ser els nostres dirigents. Potser ens calgui un nou Renaixement.


Xavaller

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